Esta cobertura es parte de una serie especial, Cumbia across Latin America, un reportaje visual que abarca seis países y cubre a las personas, lugares y culturas que mantienen vivo este género musical.
Todo baile fue visto como rebelde en tiempos de la colonia. La costa caribeña de Colombia vio nacer la cumbia, en el sistema fluvial de la depresión momposina y en los Montes de María. Durante la colonización de América en el siglo XVI, llegaron miles de personas esclavizadas desde el continente africano al puerto de Cartagena. Forzadas a dejar su tierra, trajeron su música, sus tambores religiosos y su espiritualidad. Estos tambores también se usaron para enviar mensajes secretos durante los procesos de cimarronaje.
La región de ciénagas también era territorio de muchas culturas indígenas, hoy conocidas como "anfibias" por su cercanía al agua. Se dice que estas culturas usaban flautas hechas de huesos en ritos ceremoniales. En los Montes de María, donde habitaban otros pueblos indígenas, se han encontrado pequeñas estatuillas de figuras humanas con instrumentos semejantes a una gaita, también conocida como chuana. La vestimenta usada en el baile tradicional, la trova, el baile en pareja y el idioma de las canciones son ejemplos de la influencia europea. Los instrumentos musicales de esta región están hechos de la tierra, simulando a los pájaros que vuelan a orillas de los ríos, el caer de la lluvia o el latir de un corazón.
Emilia Reyes Salgado, alias "La Burgos La Meya", es una de las mejores cantadoras de bullerengue de San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de América. A media hora de ella, en Arjona, vive Petrona Martínez, ganadora del Latin Grammy a mejor álbum folclórico con Ancestras, y en María La Baja está Pabla Flores, que viene de un linaje de cantadoras y tiene una escuela en honor a su madre, pues fue quien le enseñó a cantar. Las raíces africanas de la cumbia no solo son sus instrumentos de percusión: tambor alegre, llamador y tambora, sino también las voces de lxs ancestrxs que se expresan en los bailes cantados de la región. Las mujeres negras y afrodescendientes en Colombia están en el corazón de estos cantos y transmiten este legado de generación en generación.
San Jacinto, asentado en los Montes de Maria, es el epicentro de la música de gaita y de los ahora famosos Gaiteros de San Jacinto y de la cumbia de Andrés Landero, uno de los acordeonistas más queridos de latinoamérica. También fue en su momento territorio de las FARC (Frente Armado Revolucionario de Colombia). Se dice que la guerrilla abría paso a los músicos si enseñaban sus instrumentos. En medio de una guerra civil que duró más de medio siglo, la gaita, una flauta prehispánica hecha del corazón de un cactus y la pluma de un pato, se convirtió en su momento en un símbolo de paz. Estos son los aires indígenas que le soplan vida a la cumbia.
Jose Benito Barros oriundo de El Banco, Magdalena, escribió La Piragua y El Pescador, cumbias icónicas colombianas. A comienzos de su carrera, Barros no interpretaba los ritmos tradicionales de su región. Esta música de pescadores, músicos empíricos que aún recitan décimas a las orillas del río Magdalena, no era un ritmo aceptado por las clases media y alta de ese tiempo. Pero al ver que estos ritmos populares pegaban, cambió de rumbo su carrera musical. En 1970 realizó el primer festival de cumbia en El Banco, siendo juez y parte del mismo. Sus hijas, junto a las elites banqueñas, continúan realizando el festival cada año. Mientras el puerto principal se adorna para impresionar a las autoridades invitadas al festival, a pocas cuadras del lugar, los barrios más olvidados siguen siendo extorsionados por parte de pequeños grupos armados.
Esta cobertura se realizó con el apoyo del programa National Geographic Explorer. Karla Gachet e Iván Kashinsky son fotoperiodistas radicados en Los Ángeles, California. Puedes ver más del trabajo de Karla en su sitio web, karlagachet.com , o en Instagram en @kchete77. El trabajo de Iván está disponible en su sitio web, ivankphoto.com , o en Instagram en @ivankphoto
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